Desde hace mucho tiempo existe un mundo bien lejano
“en donde los leones juegan con los venados” y que posee flores de muchos
colores, inmensos mares celestes, árboles frondosos, un maravilloso cielo sin
nubes; y es habitado por pequeños ángeles. Un día, un niño llamado Marco,
estaba correteando y volando con sus pequeñas alas, muy feliz. Luego de jugar
durante horas, Marco se cansó y se echó en el pasto mirando el cielo azul.
De pronto vio un puntito amarillo en el cielo que
se iba acercando más y más e iba creciendo poco a poco. Entonces Marco
pensó: “¡Debe ser una estrella fugaz!”. Así que se apresuró en volar para seguir
a la veloz estrella. Cuando la alcanzó, vio que había solamente una cajita. La
abrió y vio que adentro tenía una llave enrollada en un papel que decía:
“Pedrito”. De pronto escuchó una voz fuerte que decía: “Marco, esa cajita que
viste, es para ti. Soy el señor, tu Dios, y debo decirte algo muy importante”.
Entonces Marco respondió: “Señor, te escucho, ¿quién es Pedrito?”. “Pedrito es
un niño que va a nacer pronto en La Tierra. Por ello necesito que vayas con él
para que lo cuides siempre”.
Con él
todo será felicidad, pero cuando no se porte bien seguramente te sentirás
triste. Serás su amigo incondicional y harás que no se sienta solo. “¿Y la
llave?, ¿para qué me servirá?”, dijo el ángel. “Esa llave te servirá para abrir
el corazón de Pedrito, cuando se cierre cada vez que no se porte bien. Si
Pedrito cierra su corazón muchas veces, entonces la llave se gastará y ya no
servirá. Ahora apresúrate pues Pedrito va a nacer pronto”. Entonces, el
ángel tomó la cajita con la llave y el papel adentro, y se apuró para llegar al
lado de Pedrito y ser su ángel de la guarda.
Seamos obedientes para
no entristecer a nuestros padres, nuestro ángel de la guarda y Dios. No
cerremos nuestros corazones muchas veces porque con el tiempo habrá un momento
en que nuestro ángel ya no pueda abrir nuestro corazón porque la llave se habrá
gastado.